
Abril de 2017.
Des de hace dos años el trayecto Valladolid Barcelona ha empezado a formar parte de mi vida. Una persona especial vive en Valladolid mientras yo sigo viviendo y trabajando en Barcelona.
Después de cubrir el recorrido con todos los medios de transporte que os podáis imaginar: tren, coche, avión, autobús y todas las variaciones (ave+alvia, intercity, bla bla car). Llegados a ese punto, decido que esa ruta la tengo que realizar con mi vehículo preferido: la bicicleta. De hecho, la idea me vino rápido a la cabeza, pero se tenían que dar ciertas condiciones para poderlo sacarlo adelante, como por ejemplo, tener tiempo. Con perspectivas de las vacaciones de Semana Santa 2017, decido que el momento ha llegado. Dos meses antes, empiezo a planificar la ruta y el material que me voy a llevar. Es la primera vez que me planteo cubrir una distancia en bici tan larga (760km) y en solitario.
Al plantear el viaje, aprovecho para intentar cubrir algunos objetivos más pequeños que hace tiempo que me rondan por la cabeza y esta es la oportunidad perfecta. Barcelona-Lleida en bici, pasar por la mítica Panadella cruzando “el triángulo de las bermudas” de Catalunya, cruzar los Monegros en bici y pedalear por la ribera del Duero.
A base de mapas en papel, de google maps y de buscar rutas enlazables de usuarios de wikiloc, acabo decidiendo el camino por donde voy a pedalear. Para garantizar la seguridad y tranquilidad decido hacer una ruta mixta de carretera, pistas y caminos.
Para seguir la ruta utilizo mi smartphone en el que cargo previamente los traks de las zonas de camino y un pequeño papel en el que me escribo las carreteras, pueblos y indicaciones más importantes para poder llegar a mi destino en caso que el teléfono, por el motivo que fuese, fallara.
¿La Bici? Pues la Mérida de ciclocross con ruedas mixtas Schwalve Marathon, alforjas traseras Ortlieb y una pequeña bolsa de manillar para las cosas que necesito tener más a mano (comida, cámara, el teléfono, la multiherramienta). Cargo, además, con la tienda, el saco de dormir y los cacharros para cocinar.
El sábado 8 de abril empieza mi particular aventura de 5 días (al salir no tenía claro si iban a ser 4, 5 o 6 días) cruzando gran parte de la península de este a oeste. Uno de los primeros objetivos era completar el Barcelona-Lleida en un día. Lo hago íntegro por carretera para poder ser más avanzar más rápido.
Cuando cubres en bici, trayectos que normalmente realizas en coche, te das cuenta de todo lo que te has estado perdiendo y, os puedo asegurar que aunque se trate de un paisaje árido, la A2 se comporta como un teletransportador que no te deja ver más allá.
Primera etapa superada.
A partir de Lleida decido salir por el camí de Butzenit siguiendo el Río Segre en su mayor parte por pista y cruzando alguna que otra zona urbanizada.
Después del paso por Fraga tocaba subir hacia los Monegros, para poder empezar a cruzar esa zona que tantas veces había cruzado motorizado y que tantas ganas tenia de cruzar en bici. Los Monegros han cambiado en los últimos años. Diferentes medidas referentes a la hidrología, han hecho que haya muchas zonas con cultivos de regadío. Eso hace que la imagen que uno puede imaginar no sea la correcta y sorprende encontrar muchas zonas de cultivo muy verdes. Para mi sorpresa, también me alegra encontrar un montón de fauna que se va cruzando delante de mi bici: sobre todo conejos, pero también ganado, serpientes y unos lagartos verdes que parecerían más propios de climas tropicales. El cruce de los Monegros lo hago prácticamente al completo por pista (en algunos tramos con mucha piedra suelta) y algún tramo de carretera, pero siempre evitando circular por la N-II.
Paso la primera noche en el campo, cerca de Bujaraloz. Ruido de los grillos, luz de la luna y el ruido de algún tipo de roedor que se estaba comiendo los restos de migas de pan que me habían caído al suelo durante la cena.
Amanece y me acerco al bar de la nacional para cargar energías. Es domingo y no hay muchos camioneros, pero el ambiente sigue siendo auténtico. Bocadillo de beicon con queso y un buen baso de leche con Cola-cao para cargar bien el depósito. Durante el día anterior, entre piedras y fotos no había avanzado muchos kilómetros y hoy quiero recuperar.
Sigo paralelo a la N-II hasta llegar a Zaragoza. Cruzo por el centro para ver el Pilar y ya de salida de la ciudad, como son las 16h, decido parar en la periferia para volver a cargar energías. Esta vez en un Burguer. Siendo domingo, es una buena opción para conseguir una buena relación caloría/euro y disponer de un espacio para comer sin tener que alejarme de la bici.
Salida de la periferia pasando por debajo de los scalextrics de carreteras periféricas y de nuevo caminos por la zona de la Ribera del Ebro. El trayecto transcurre entre huertos, gente mayor paseando, algún ciclomotor y pequeños pueblos donde ya se respira un cierto ambiente veraniego.
Llego a Gallur con el sol prácticamente escondido detrás del horizonte, pero con luz residual. La gran cantidad de posibles sitios para dormir que he visto en la zona de huertos ya no están. El paisaje ha cambiado a árido y necesito encontrar un sitio para dormir, a ser posible antes de que sea más oscuro. Decido tirar de tecnología: Google maps en modo satélite para encontrar alguna zona cercana un poco resguardada. La encuentro al lado de la carretera relativamente cerca de donde estoy. Spagetti carbonara de sobre para cenar y a dormir.
Amanece despejado en Gallur, desmonto rápido el chiringuito y sigo pedaleando por pistas camino a Soria. Esta vez la carretera a evitar es la N-122, la principal vía de conexión entre Zaragoza-Soria-Valladolid, con el consiguiente tráfico de vehículos. Salgo pedaleando prácticamente sin desayunar con la idea de parar en el primer pueblo y hacer allí un buen almuerzo.
El primer pueblo, Magallón, lo encuentro muy pronto, a tan solo unos 10km. Es día de mercadillo y decido comprar un poco de fruta y posponer la hora del almuerzo. Paro en Borja y allí recupero energías en el bar de la plaza mayor del pueblo. Al salir de Borja empiezo a sentir molestias en una de las rodillas. Es la primera vez que encadeno tantos kilometros en tan poco tiempo y con la bici tan cargada. Estoy en medio de un campo de almendros y hay poco margen para cambiar las cosas. Pensando en lo que puede estar produciendo el dolor, decido parar y ponerme las plantillas que normalmente utilizo para andar o correr. Parece que se alivian las molestias.

Pedaleo bordeando el Moncayo que sigue con un poco de nieve en la cumbre hasta que llego a Los Fayos. Aquí sigo por la ruta planificada pero me doy cuenta que, sin saberlo, no es ni mucho menos la más óptima para hacer en bici: escaleras donde tengo que que cargar con la bici a pulso, camino con tramos muy técnicos, barreras estrechas para evitar la entrada de motocicletas,.. Los siguientes 30Km se convierten en una auténtica odisea en plena hora de máximo sol. Esa decisión se ve recompensa por la belleza del paisaje: ardillas, pájaros, hasta un zorro visto desde la distancia a través del zoom de la cámara.
Llegada a Ágreda y reviso la ruta para evitar más “encerronas”. Continuo por carreteras secundarias tranquilas y un día más, disfruto de la puesta de sol a lomos de mi bicicleta. Para poder llegar a mi destino final en la fecha establecida decido planificar esta noche durmiendo en una cama en Soria, lo que me va a permitir alargar el pedaleo por la tarde, poder cenar y dormir en mejores condiciones para el descanso y poder madrugar sin tener que esperar a que el toldo de la tienda se seque antes de empezar a pedalear.
Llego a Soria y busco opciones de alojamiento. Después de preguntar en un par de sitios, decido dormir en una pensión muy austera que me hace retroceder a la década de los 80’s, pero que cubre mis necesidades. Puedo entrar la bici a la habitación. La ducha es común con otras habitaciones. Aprovecho también para cargar las baterías de la luz, del teléfono y de la batería externa.
Suena la alarma y antes de que salga el sol me pongo a pedalear camino a Valladolid. Una distancia de 225Km es lo que me separa del destino, según el track que estoy siguiendo. Hace frío y voy muy poco abrigado. La idea era no parar hasta el desayuno, pero viendo el panorama de frío y viento, paro a comer algo de lo que llevo encima porque me noto mucho dolor de cabeza y frío en las manos, y esconderlas detrás de la bolsa del manillar no es suficiente para aliviarlo. Después de recuperar un poco, sigo y paro en el primer bar de carretera que encuentro. Antes de mí, ha entrado al local el panadero, así que el bocadillo será con pan recién hecho. Bocadillo de tortilla de patatas y a pedalear. Con la barriga llena y el calor del sol, el panorama ya se ve de otra forma.
Pedaleo por unas pistas y carreteras muy tranquilas. El paisaje sorprende, se nota que estoy en altura por la vegetación. De nuevo ardillas, aves rapaces y pequeños ciervos en la distancia, hacen de la ruta un bonito espectáculo. En algunos tramos la pista tiene mucha piedra suelta y los brazos y las manos lo notan.
Vuelta a carreteras asfaltadas, parada en el Burgo de Osma y parada en la panadería para comprar una barra de pan. Hoy decido comer sobre la marcha, cuando tenga hambre, ya que el objetivo es optimizar bien las paradas. Continuo la ruta por el camino de la Ribera del Duero, una zona bien señalizada para peatones y ciclistas. En Aranda del Duero, paro a comer en un parque que encuentro en mi camino y que tiene una fuente. Son las 15h pasadas y veo que me espera una larga tarde.
Sigo pedaleando y viendo que se me va ha hacer de noche sobre mi bici. En Nava de Roa decido buscar algún sitio en el que me vendan un chaleco reflectante. Pregunto en un taller y me dicen que no venden y que si quiero uno tendría que retroceder unos 5Kms hasta la gasolinera más cercana. Ellos me ven cargado y me preguntan que de donde vengo y a donde voy. Se sorprenden. Uno de ellos había vivido hacía tiempo en Barcelona. Me dice que me espere, entra al taller y sale con un chaleco reflectante. Me dice “ten, toma para que no tengas que hacer esos 10Km de más” se lo agradezco y le digo de pagarle algo pero él no lo acepta. Se interesa por mi itinerario y me sugiere algunos cambios. Él reparte recambios con una furgoneta y me recomienda no coger la carretera que tenía planificada por el mal estado en el que está el asfalto y por el alto índice de siniestralidad. “Replanifico“, apunto y memorizo la nueva ruta. Una nueva puesta de sol y pedaleo con luz residual y mi chaleco reflectante hasta Pesquera de Duero: sí, el de la marca del vino. 30km más adelante llegaré a un tramo que ya es conocido para mi, y pese a que faltarán 40km, a nivel mental tranquiliza no tener que pensar en el itinerario en cada cruce. De noche, con el chaleco, las luces delantera y trasera y los grandes elementos reflectantes de las alforjas, los coches me respetan mucho, imagino que no entienden lo que hay delante y ante la duda reducen su velocidad. Adelantamientos nunca vistos, velocidades moderadas y pese que voy cerca del arcén todos los coches me adelantan por el carril de sentido contrario. Un gusto la verdad.
Núria ha salido de Valladolid y estamos pedaleando en sentido opuesto hasta encontrarnos para poder hacer los últimos kilómetros juntos. En Olivares de Duero, en mitad de una larga recta, a la salida del pueblo, nos encontramos y nos saludamos con un gran abrazo. Pedaleamos juntos por los páramos, por carreteras que conocemos y con la compañía de la luna llena que prácticamente, si no fuese por los coches, nos permitiría circular sin necesidad de luz artificial. Por fin, a las 23.45h, después de haber pedaleado, durante todo el día un total de 237Km, llego a Valladolid. Un total de 777km en 5 días que sirven para hacer realidad uno de mis objetivos que hacía tiempo que tenía en mi cabeza.